Por: Valeria Valencia
San Cristóbal de Las Casas, Chiapas.- Si a una mujer se le puede describir con la palabra MULTIFACÉTICA, es a SARA USATCH. Con tan sólo 26 años de edad, ha aprendido más disciplinas, ha vivido y ha enseñado más que una persona de 100 años. Su historia sin duda es transterritorial y su esencia transmutable; de espíritu libre, tan libre como su larga cabellera que sólo en 4 ocasiones ha despuntado. Es una amazona cosmopolita, tan etérea que parece inaprensible.
Incansable, imparable, resulta difícil resumir su vida en dos líneas. Abrió el primer Centro ecuestre en San Cristóbal, es la primera mujer triatleta de esta ciudad, de las pocas maratonistas mujeres, de las escasas nadadoras que ha hecho natación a mar abierto, canta con voz de mezzo soprano, baila flamenco, da clases de piano, violín, canto a niños y niñas, también enseña inglés y francés; tiene entre sus tantos planes, abrir un centro de tacto equino para niñxs, y por supuesto, seguir enseñando y compartiendo con ese franco agradecimiento que le tiene a la vida.
Canadá y México, México y Canadá, así ha transcurrido su vida desde que tiene 6 meses de edad. San Cristóbal y Victoria British Colombia han sido sus verdaderas escuelas, y sus maestrxs: su padre y su madre. A través de ellos se ha enamorado de los caballos y del arte, especialmente de la música y del cello, instrumento que acaricia hasta hoy como uno de sus favoritos, después del piano.
Creció sin educación escolarizada. Todo su aprendizaje se lo debe a su papá y a su mamá quienes decidieron no llevarla a ninguna escuela y a cambio, le enseñaron en casa todo lo que tenía que saber, y más. La formación de Sara, ha ido mucho más allá de un aula y un pizarrón. Para ella, las clases han consistido en escuchar el respirar de un caballo, sentir la adrenalina de un maratón, romper el silencio con el sonido de las castañuelas.
Tanto aprendizaje en tan poco tiempo de vida pareciera que la desbordó, por eso Sara comparte generosamente lo aprendido principalmente con los niños y las niñas, con quienes tiene una especial sensibilidad para enseñar. Sara es entonces no sólo alumna de la vida sino maestra y formadora. Maestra de equitación, de piano, de violín, de cello, de francés, de inglés, de flamenco, de canto.
Su alto sentido de responsabilidad se lo atribuye a que desde muy pequeña sus “juguetes” eran de carne y hueso y sus “juegos” eran alimentarlos y cuidarlos. “Yo nunca tuve una muñeca, me dediqué a cuidar animales, pollos, patos, caballos, teníamos una granja y eso es toda una formación, una responsabilidad muy grande. Si juegas con algo que no está vivo lo puedes ignorar, pero cuando ya tienes la responsabilidad de darles de comer, limpiar su lugar, es otra cosa, por eso he tenido un nivel de responsabilidad muy grande a pesar de mi edad”, platica Sara con toda naturalidad.
Sara la amazona
“El caballo es mi animal favorito, no sé si ellos agarraron mi personalidad o yo la de ellos, es como una fusión. Estar con los caballos y trabajar con ellos me hace ser una persona diferente, mejor persona, más comprensiva, aceptar la realidad en la vida, que con poquito es tener más, entregarte y ser quien eres.
“En forma personal veo que mi paciencia, mi comprensión y entrega a mi trabajo es por mi convivencia con ellos, ver cómo reaccionan, cómo una yegua acepta la muerte de su bebé, y eso me ayuda a aceptar las pérdidas, saber que hay cosas más adelante. Me han enseñado a que nos abramos, no nos estanquemos, porque tenemos muchas potencialidades.
“Mi papá siempre han tenido caballos, él me inició en esto a los 2, 3 años, y me fue enseñando todo el proceso, desde cómo cuidarlos, cómo entrenarlos, montar, nunca estudió equitación pero sí sabía mucho. Él me enseñó otra forma diferente a la charrería, una forma más humana, más sencilla de entrenarlos porque ellos también piensan y reaccionan, yo me acuerdo que desde muy niña estaban los caballos presentes en mi vida”.
Recuerda también que cuando viajaba a Canadá “extrañaba mucho estar con los caballos y le pedía a mi papá que me llevara a un Centro ecuestre, allá los precios son muy caros y los caballos están lejos de la ciudad, pero por fin encontramos un lugar donde me sentí bien. Inicié a los 10 años, estudié cada 6 meses que viajaba, durante 5 años y llegué a semi avanzado, me dedicaba a estar ahí, casi vivía ahí y disfrutaba mucho de las enseñanzas, salto, campo traviesa yo me enamoré de esto”.
Con el tiempo, su sueño de fundar un Centro ecuestre en San Cristóbal se hizo realidad también con la ayuda de su padre, quien generoso de espíritu y en medio de una situación difícil le dio esa oportunidad a su hija.
“En 2011 me dice mi papá que lo habían diagnosticado con cáncer y le daban de un año a año y medio de vida, y entonces me dice: comienza tú lo que siempre ha sido tu sueño, que era una escuela de equitación. Mi sueño era iniciar como jinete y competir en hipódromos, pero crecí mucho, más de lo que debe ser y mi peso no es el que debe ser además de que la disciplina es muy rigurosa.
“Abro en 2012 el Centro Ecuestre y curiosamente al año aparecen dos más, pero este es el primer Centro Ecuestre en San Cristóbal, ya formalmente, había otras maestras pero como particulares. Las clases son con 2 o 3 alumnos y se van acomodando más, intento hacer las clases lo más dinámicas posible, pero dependiendo de lo que la persona quiere, porque hay muchos que vienen para quitarse los miedos. He visto que desde chiquitos nos hacen ver a los animales con miedo, y debería ser al revés, si ellos no nos hacen nada nosotros no tenemos por qué hacerles nada”.
Sara la atleta
“Desde chiquita me gustaba nadar, andar en bici. A finales del 2005 empiezo a correr, y Alexis me invita a hacer triatlón y no sabía qué es eso. Él siempre ha sido mi entrenador, empecé con la natación, y me gustó; igual en la bici, y como no he sido miedosa también le entré; en 2007 compito en el primer triatlón en Tuxtla y clasifico a una Olimpiada juvenil, me entregaron un uniforme y estuve representando a Chiapas. Me pareció algo muy divertido, aunque no soy muy competitiva, trato más de disfrutar lo que hago.
“La primer competencia fue en Tuxtla, luego Comitán, luego Puerto Arista, gané dos medallas de oro. En ese entonces era la única mujer en mi categoría, y en general había muy pocas mujeres. disfruté ser la única, soy la primer triatleta de San Cristóbal y para mí se ha convertido en un estilo de vida; en duatlón, saco plata; en acuatlón, saco bronce. En 2008 vuelvo a salir clasificada, y saco oro en triatlón, plata en duatlón y bronce en acuatlón. Me empecé a foguear en distancias más largas y competí en mar abierto, he nadado en Veracruz, en Oaxaca, Guatemala, Puerto Arista y Mérida. Fue todo un reto.
“He hecho maratones pedestres, llevo dos. Mi entrenamiento me lo ha permitido hacerlo, anhelo hacer un Iron Man algún día, pero con el tiempo; he hecho dos medios Iron Man, 17 medios maratones, miles de carreras. Me da mucho gusto ver a tantas mujeres involucradas en el triatlón, San Cristóbal ha traído muy buen nivel. Hace poco, 15 chiapanecos, entre ellos 8 de acá, clasificamos para competir a Chicago, no nos van a dar nada, es sólo como el ticket para poder ir en primera fila pero desafortunadamente no hemos recibido el apoyo, estamos buscando el apoyo del gobernador para viajar porque sí es un poco fuerte el gasto para ir al Campeonato Mundial de Triatlón, de las cuales somos 8 mujeres.
“La bicicleta siempre me ha gustado, había otras dos chicas que éramos las 3 únicas mujeres que competían y sacábamos los tres primeros lugares. Una vez entrenando, pasó un carro y yo salí volando, me lastimé el brazo pero afortunadamente no pasó a más. Lo he disfrutado, pero no hay que excederse. Es un estilo de vida”.
Sara la cantante
“Mi papá siempre me cantaba, cuando íbamos en el carro y en todas partes, y me decía que lo acompañara pero nunca tomé en serio el canto. En el 2009, vino una maestra, Yarinaira Martínez y a los de la escuela de música nos interesó, ella era contralto ahora es soprano, y empezamos los sábados, luego vinieron los conciertos. Los que nos quedamos nos presentamos en el Piano Lounge, cantamos canciones de Manuel M. Ponce. Luego ella se casó y ya no pudo venir.
“Luego conocí a Margarita Barajas, originaria del DF, me dijo que tenía carácter para ser cantante, y volví a empezar y luego a dar recitales como solista y así fui evolucionando. Me sigo preparando, doy clases de coro infantil, de canto personalizado. Es muy bonito porque es algo que sale de mi, nunca estudié en ninguna escuela, mi papá me educó de otra forma, me dio matemáticas, música, arte”.
Sara la multifacética
“Bailo flamenco desde pequeña, desde los 4 años, igual cada 6 meses cuando iba a Canadá, hasta los 11 años. Valoro quién soy, soy muy fuerte de carácter y pienso que soy una persona muy completa.
“¿Si hay una actividad que me guste más? Creo que así como nuestro aroma es muy particular, todas las actividades hacen una fusión y me hacen a mí.
“El cabello largo viene de mi abuela que lo tenía muy largo. De niña, como toda mamá, somos las muñequitas y me hacía muchos peinados, y a los 7 años me preguntó si lo quería largo o corto y yo le dije que largo, desde entonces sigue creciendo a montones, sólo lo he despuntado 4 veces. Hace poco me lo medí y mide 1 metro 20. Creo que me hace diferente, es como la fluidez de mi vida, me identifica. En algún momento, con niños a lo mejor, me lo corte”.
Dos entrevistas y muchos encuentros en diferentes espacios después, Sara se retira porque tiene que dar clase de piano a sus pequeñxs alumnxs. Se aleja pero en el ambiente queda su sonora presencia, la impresión de que platiqué con una mujer que, como su segundo animal favorito el gato, tiene muchas vidas vividas y por vivir.