Por: Karla Gómez
Dentro del marco del día de lxs bibliotecarixs presento esta entrevista realizada a la bibliotecaria pionera de esta ciudad capital.
Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.- Francisca Martínez Vázquez tiene 92 años de edad, trae la primavera en el cuerpo ya que viste una blusa que tiene flores dibujadas. Sentada en su casa refrescante y llena de recuerdos, dice que aunque extraña trabajar, se distrae leyendo periódico y poesía como “Brindis del bohemio”. Emplea sus días con la visita de sus amigxs que le hacen en su casa ubicada en el Barrio Niño de Atocha.
Escucha música de marimba como “Ferrocarril de los Altos”, melodía que al cerrar los ojos revive los escenarios donde bailó. Su papá murió a los 32 años. Ella creció junto a sus hermanxs y madre. Para ir a la escuela recorría las calles del Tuxtla antiguo, y se pasaba las tardes en la tiendita que tenía su familia. Cursó la primaria y secundaria. Se casó a los 16 años, y ayudaba a su esposo con el ingreso económico de su hogar lavando y planchando ropa ajena, ya que el dinero que aportaba su cónyuge no era suficiente para sostener a sus hijxs.
Fue en 1952 cuando ingresa a trabajar en la Biblioteca Pública del Estado, ubicada frente al Cine Alameda, donde parte de su labor era clasificar libros de diversos autores y temas. Además como parte de la capacitación constante de ese espacio designado a la lectura e investigación, recibía clases junto a sus compañeros los días sábados.
El olor y la textura de los libros y del papel siempre estuvieron presentes en su cotidianidad, por lo que califica la labor de una bibliotecaria como una actividad que deja muchas satisfacciones “siempre y cuando te guste”.
Comparte que ser bibliotecaria le permitió aparte de adquirir conocimientos y conocer a grandes figuras de la literatura chiapaneca como Armando Duvalier, Eraclio Zepeda y Rosario Castellanos.
“Rosario, llegaba a ver cómo se clasificaban los libros. Era buena gente. La gente con educación no puede ser grosera. Me pedía de favor que yo recibiera su correspondencia”, agrega.
LA MAESTRA PAQUITA
Paquita, como le dicen de cariño, también fue maestra, en su casa tuvo un centro alfabetizante donde acudían los niñxs, “me da mucha alegría encontrarme a quienes fueron mis alumnos y que me digan gracias maestra, por usted tengo esta profesión…”, dice emocionada.
Platica que no les cobraba a las mamás de sus estudiantes, ya que su único objetivo era cambiar a base de conocimientos la vida de loxs niñxs que trabajaban en el campo con sus familiares y por las tardes recién bañados asistían a su escuelita.
“Les enseñé a leer y escribir; sumar y restar. A saludar poniéndose de pie cuando alguien ingresara al salón”, menciona. Paquita dice que debe haber más bibliotecas en la ciudad y centros alfabetizantes, para que la ciudadanía lea y se informe, “quizá al gobierno no les gusta hacer nada para la gente”.
El año pasado recibió un reconocimiento dentro del marco de actividades del Día Nacional del Libro, en el Auditorio del Centro Cultural “Jaime Sabines” por ser una pionera bibliotecaria, ya que durante su trayectoria profesional, fue contratada por dos bibliotecas.
En 1993 ya jubilada, de la Biblioteca Pública del Estado, fue contratada para trabajar en la Biblioteca del Centro de Estudios Profesionales de Chiapas “Fray Bartolomé de Las Casas” (universidad privada).
“Le dije a mi esposo que me dieron la oferta de laborar. Él respondió, ‘si quieres ir, ve’. Saliendo del trabajo pasaba por las tortillas para que comiéramos en familia”. Cuenta que su vida profesional siempre se acompañó de su vida familiar, ya que nunca abandonó a sus hijos, les compartió tiempo y los encaminó a la vida profesional.
Con un tono ameno, comparte que si la vida le diera la oportunidad de nacer otra vez, elegiría ser bibliotecóloga, para volver a clasificar libros de diversos intereses, géneros y editoriales; para tener nuevamente esta vida bonita, pero acarreada, siempre llena de palabras.