Este mes de mayo se celebró el día de la partera. En Revista Enheduanna rendimos homenaje con nuestra palabra a estas mujeres, verdaderos seres de luz, que han traído al mundo a millones de humanxs. Acá, la historia de una de ellas, mujer sabia, mujer Enheduanna.
Por: Sandra de los Santos
Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.- Para desinflamar el vientre de las mujeres después del parto hay que darles de beber tres veces al día durante ocho días un té de mavalar o un té de hoja tierna de aguacate con canela; para las infecciones vaginales durante el embarazo no hay nada mejor como lavarse la vagina con vinagre o carbonato de sodio cada tercer día o ponerse óvulos de zábila o crema de cacao.
Esta recomendaciones me las dio hace unos años doña Queta Contreras, una mujer que se presentó a sí misma como “curandera y partera”. Me bastaron unos minutos para darme cuenta que no había remedio que no conociera para las mujeres durante el embarazo, parto puerperio.
La conocí en un Congreso sobre Parto Humanizado en San Cristóbal de las Casas. Su imagen me llegó hoy, día internacional de la partera, porque me quedó muy grabado su rostro y su forma de hablar.
Esta partera tradicional no es una anciana, con voz dulce y rostro angelical, es algo muy lejano a esa imagen, su voz es ronca, habla fuerte y se percibe que es de esas mujeres que no están hechas para actuar a medias.
Cuando la conocí tenía 64 años de edad y viajó de la comunidad Benito Juárez de la Sierra del Norte de Oaxaca a los Altos de Chiapas para encontrarse con otras mujeres de México y el mundo que promueven el parto humanizado.
Doña Queta no solo ha atendido alumbramientos en su tierra natal sino también en diferentes estados de la república y hasta en el extranjero.
La mujer, que es partera desde los 17 años, ha ofrecido conferencias y atendido partos en Brasil, España, Estados Unidos y Canadá. Ella es parte de una red de parteras tradicionales y profesionales que lucha por un parto humanizado y seguro.
“Ahora el embarazo se ve como una enfermedad y no como un acto natural, van al médico y les recetan cosas que a veces ni necesitan, se compran una enfermedad que no existen” me dijo cuando la entrevisté.
Creo que la forma que tiene para explicar todo es lo que hace que las mujeres embarazadas se sientan tan seguras con ella.
Saber qué hierba dar para cada malestar, por qué esta y no aquella, es una sabiduría que le viene de generación en generación, su abuela también era partera y curandera.
Empezó a recibir niños porque estaba hecha para eso. A los 17 años atendió por primera vez un parto, fue el de su hermana, ahora ya perdió la cuenta de cuántos niños ha traído al mundo.
“Yo misma recibí a mis seis hijos y a una de mis nietas, que el médico había dicho que no iba a poder nacer natural y que necesitaba cesárea para poder salir, yo estaba en Estados Unidos en ese entonces me avisaron y yo les dije que me esperaban que yo iba para allá para traer a la niña como Dios manda” me contó orgullosa.
“Las parteras no solo servimos para recibir al niño y ya, somos consejeras, psicólogas, nutriólogas, no dejamos a la madre ahí tirada después que nació el niño, también a ella hay que cuidarla, ver qué necesita” me dijo y después lo comprobé.
Hoy su imagen me viene a la mente, sus palabras. La recuerdo a ella como también las caras más jóvenes de Martha y Antonia, dos mujeres tsotsiles, que soñaron un día que serían parteras y así fue. Un día les cuento de ellas.
Ojalá donde esté, doña Queta siga con su voz fuerte diciéndoles con toda seguridad a la mujer que va a parir: “Todo va a estar bien”.