Por: Lunacia
Hoy es necesario decirlo-compartirlo, con la única finalidad de reconstruir o construir otras formas de relacionarnos entre nosotras, solidarizarnos y compartir para convivir humanamente, socialmente y construir la sororidad a cambio de nuestro bienestar y seguridad, en una sociedad machista y patriarcal violenta que abusa de un poder y privilegios, que todos los días controla y nos divide, nos oprime, nos prohíbe, nos reprime o nos puede destruir si lo aceptamos y toleramos como tal. Niñas y mujeres de hoy pueden aprender a ser dignas de sí mismas por lo que son y no por lo que otros quieren que sean. Los feminicidios existen y es una triste realidad y, por abusos y costumbres o creencias y mitos sobre la violencia hacia nosotras, a veces, llevan a que participen otras mujeres en esas violencias masculinas frecuentes.
En nuestra sociedad existen contextos con mucho poder de control y uno de ellos son los medios de comunicación empresariales, que manejando mucha información dirigida a la población femenina, son manipuladas y atraídas por la mercadotecnia, siendo las mayores consumidoras de publicidad, de estereotipos que “se nos asignan” en telenovelas y programas de todo tipo, de identidad atribuida desde el punto de vista masculino, se promueve la inversión económica para el mejoramiento físico, de la belleza, de vestuario, de toda una mentalidad que la tradición conserva, impone y controla para nosotras, con el objetivo de complacer o tenerlos contentos y a gusto a esos hombres machines, cuando la realidad es que muchas veces son ellos los que no están a gusto con sus masculinidades o personalidades tradicionales.
“…..Graciela Hierro plantea que el “ser para otro” se manifiesta a través de tres categorías de la condición femenina: interiorización, control y uso, rasgos que determinan la opresión de las mujeres dentro de la familia, la sociedad y el Estado (1990: 7). Desde que dan sus primeros pasos, las mujeres son “educadas” para ser dóciles, serviciales, dulces, amorosas y a mantener su belleza como un don especial, un regalo de la naturaleza para hacerse valer en un mundo dominado por hombres…”
Toda esa estructura social y política agresiva, nos considera objetos de uso, de servicio, de complacencia, de venta, de inferioridad y no de humanas. Es también una parte de la sociedad que promueve entre nosotras las mujeres, destruir relaciones sociales donde los prejuicios, la mentalidad conservadora y de doble moral machista así como la imposición de “mandatos y mitos” sobre “lo que debemos ser”, sean asumidos sin cuestionarlos, como una forma de “poder femenino” que sólo tiene la finalidad de competir, sostener la tradición y aceptar con tolerancia una realidad que nos violenta a todas porque el machismo así lo decreta. La misoginia entre mujeres se vive todos los días, en todas partes. ¿Cómo te enfrentas tú a la misoginia de otras mujeres?
Un lenguaje de rechazo
La misoginia es una actitud de aversión o rechazo hacia mujeres de parte del género masculino y es una práctica combinada con racismo o discriminación, común entre muchas personas. El rechazo hacia mujeres forma parte de las relaciones sociales en una sociedad con estructura patriarcal y machista.
La misoginia, es practicada por muchos hombres, sienten un odio-aversión hacia mujeres o lo que es femenino y lo expresan sutilmente con una actitud de rechazo, por asumir que tienen una condición o un “poder superior” de autoridad, tratan de minimizar o de considerar “inferior” a una mujer, esta expresión en palabras, es acompañada de un lenguaje o conducta amable, simulada, a veces aceptado por algunas féminas que por subordinación o dependencia han aprendido a tolerar permisivamente, y donde a veces, puede ir expresada una violencia verbal o emocional.
La misoginia es una práctica considerada común, normal y tolerada entre la mayoría de la población y como parte de la “feminidad estereotipada” que la mentalidad conservadora, la tradición, la televisión y medios publicitarios así como el machismo en las formas de relacionarnos entre mujeres en la vida cotidiana, imponen y determinan para nosotras.
Desde niñas, muchas mujeres aprendieron a “competir y devaluarse a sí mismas” a compararse unas con otras, a evaluarse, a expresarse con un vocabulario sutil o violento que denota ese machismo que muchas aprenden, así seamos profesionistas de menor y alto nivel, trabajadoras en cualquier rama de empleo o amas de casa con hijos o no, casi toda nuestra existencia desde la infancia hasta la adultez gira en torno a la “competencia mirando a otras. A veces, el hombre está de por medio, para considerarse “más valiosas-importantes que otras” cuando la realidad es que se realizan a través de su pareja o hermano o un hijo, por no sentirse capaz de hacer algo por sí misma e independiente de un hombre.
También, nos dividimos, la insolidaridad entre mujeres es común, como el machismo cotidiano masculino, así lo espera. Las solteras sólo conviven con solteras, porque para socializar con casadas aun cuando no tienen hijos ya no es parte de una convivencia o a veces hasta una relación de amistad, los hombres acostumbran decidir-imponer que su pareja ya no conviva con sus amigas solteras, a veces para ella pueden ser “una amenaza”, para él, “una mala influencia.” No sucede lo mismo con ellos, quienes no dejan de tener a sus amigos, a menos que éste sea muy bien controlado por su pareja femenina machista, dicen ellos “que me pegan”, se le permite. Las que se vuelven mamás sólo conviven con otras mamás y sus hijos, así ya nadie es “amenaza para otras” y tienen los mismos intereses y comparten frustraciones, disgustos o incomodidades de un matrimonio sobre todo cuando no pueden hablar y expresarlo ante sus maridos. Entre mujeres se practica mucho el estigma y la discriminación, las relaciones tóxicas con otras, las etiquetas que se nombran son variadas, así como expresiones que quieren demostrar “poder y control” ante otras o el otro.
La misoginia en las relaciones sociales, es una enseñanza y aprendizaje habitual en la tradición, que lleva implícita la expresión de emociones y sentimientos autodestructivos como: la envidia, frustración, juzgar a la otra por prejuicio, para etiquetarla “públicamente” ante los demás y con crítica destructiva o discriminación. Es poco común que entre mujeres, las emociones se expresen de manera honesta y cara a cara, ante otras, la hipocresía y la autoestima propia así como expresiones de racismo y exclusión de la otra, es lo que se practica en la socialización entre nosotras, que por supuesto, es parte de un comportamiento machista en versión femenina que muchas se apropian o asumen ante miedos, creencias, sumisión, estereotipos, subordinación o desconocimiento de su condición de mujer con derechos, desde un ámbito familiar, laboral, social y político, en la sociedad.
Hablar sobre el tema de la misoginia femenina, es analizar no sólo la posición y situación de muchas mujeres familiar y socialmente, la realidad es la misma para todas, una realidad que “nos impone” desde el hogar, un machismo que oprime y es aceptado, tolerado y asumido sin cuestionarlo, sin defender nuestros derechos por dignidad o por salud mental, es también considerar diferencias entre nosotras, porque “no todas las mujeres somos iguales en personalidad” como lo impulsa-promueve ese “ideario machista” que muchos hombres aprendieron. Tenemos experiencias comunes pero no la misma personalidad para enfrentar la vida o a la sociedad en la que todas vivimos.
Cuando menciono opresión hacia nosotras, me refiero a esas “formas de negar-invisibilizar-devaluar” nuestras capacidades, habilidades, saberes, un criterio crítico de nuestra realidad que podemos poseer o adquirir tanto por conocimiento como por experiencias de vida y no porque un criterio masculino lo dice o decreta, sino porque “somos nosotras” las que vivimos y podemos decirlo por nosotras mismas y con nuestra propia perspectiva, visión o criterio propio.
Si como mujer cuestionas a un hombre con fundamento y hechos visibles, es defendido y apoyado por muchas mujeres, si se cuestiona a una mujer entre mujeres, se le piden todo tipo de pruebas y hechos, se le critica destructivamente su actitud de desobediente ante una transgresión que no tolera el patriarcado social, con la duda constante de su veracidad en lo que dice y la violencia verbal y emocional entre mujeres también está presente.
Ser misógina entre mujeres es proyectar-atribuir “contra otra”, los defectos o intenciones que no se reconocen de una misma, lo que no me gusta de mi cuerpo, de mi personalidad, de mis acciones, etc. y porque no puedo ver mis propias habilidades, capacidades, aprendizajes, etc. en mi misma, antes de verlas en otras, porque me siento devaluada como ser humana.
Por callar y aguantar lo que no se me permite expresar o decir socialmente y aceptarlo aunque este a disgusto o incómoda. Muchas mujeres crecieron en hogares donde su personalidad fue condicionada, controlada para que no crezca, para que no se vuelva “diferente o muy capaz”. Nos atribuyen “poderes mágicos femeninos” cuando hacemos las actividades domésticas, cuando quedamos bien ante los demás con un comportamiento dulce o maternal, cuando celamos o controlamos a un hombre sobre todo si hay otra mujer que se ve como una amenaza, porque la inseguridad dicen que solo es femenina, porque la tradición dice que en todas estas conductas machistas o a veces hasta violentas, se encuentra de fondo “el amor” y se justifica.
Muchas mujeres tienen aprendido y asumido que el amor romántico e incondicional lo puede resolver todo y por estas creencias de “cuentos de princesas” que vieron en la televisión o Walt Disney entre otros, toleran y llegan a justificar las violencias de un hombre, pero al mismo tiempo encuentran un “espacio de quejas” con sus amigas porque no hablarían de sus incomodidades o disgustos con sus parejas ya que les preocupa más o temen lo que él diga y haga, ante su conducta.
Muchas mujeres aprendieron la obediencia al patriarcado, a envidiar lo que otras pueden ser o hacer por sí mismas, se apropiaron de un discurso masculino que las mantiene subordinadas y a conveniencia, pero que oculta una sumisión y represión cotidiana que a sí mismas las daña en lo emocional y que a veces puede reflejarse en su conducta o su cuerpo, por mencionar una parte.
Este tipo de conducta o forma de relacionarse lleva emociones no expresadas que se reprimen, porque se nos prohíbe, se nos calla, se nos controla para no expresarlas, porque socialmente no importa lo que sentimos, decirlo tampoco, decir lo que necesitamos o pensamos, también. Para muchas, es más fácil llevar la hipocresía a cuestas y una doble moral de falsos valores en sus acciones.
La aceptación de abuso y costumbre
Cuando una mujer se siente inferior y lo acepta, se conforma y aguanta, con lo que un “dios imaginario” del colectivo social le da cada día, porque lleva ese aprendizaje de asumir una “existencia no visible” que el machismo le impone y la vuelve inamovible, callada y sumisa, que jamás contradice o dice lo que le molesta de su vida, adaptada y controlada “como debe ser” en esos roles sociales que la tradición impone. La sumisión se expresa de muchas formas y niveles, en su conducta o personalidad.
Todavía son pocas quienes buscan o ambicionan ser mejores profesionistas o a una realización personal propia, la mayoría representa ese “deber ser mujer servil” que todavía lleva en su vocabulario, un “¿mande?”, “¿mande usted?” “como usted mande”, “Gracias a dios estoy bien” -y no por mí misma- “El universo me provee”, “Soy una diosa que tiene poderes mágicos”, etc.es a un hombre o a muchos más, sea su padre, hermano, abuelo, tío, novio, marido, etc. por subordinación, por tradición o a veces por simple comodidad, se continúa lo que una sociedad machista dice es para nosotras y que muchas madres, lo siguen reforzando sin esa búsqueda de transformación.
Dicen que tienes que ser débil ante un hombre, miedosa, obediente, victima, complaciente, dependiente y con una conducta infantil aun siendo adulta, que busca la protección de un hombre por miedo a estar sola, aun tolerando una violencia en la mayoría de los casos. Es parte de esa violencia estructural y política impuesta, que agrede socialmente desde el gran poder.
En este esquema tradicional de mentalidad, ser mujer como impone la sociedad es aceptable, normal, natural. Es en familia, donde se aprende la misoginia, por costumbre, por obediencia, por discriminación, por racismo, es desde ese primer contexto donde se aprende a ser mujer en el inicio de la vida y me refiero a toda una tipología de familias no solo a la que es tradicional –que incluye padre, madre, hijos con su religión-sino a la variedad de estas.
Para la mayoría de las personas, la “misoginia entre mujeres” no es conocida como parte de un lenguaje cotidiano, pero sí en acciones y es representada como envidia, que se avala como “buena o mala” y es parte de la tradición aceptarla como algo más entre o “de mujeres”.
Si una mujer logra transgredir o no aceptar la tradición, se le posiciona como marginada, una X, la burla, la indiferencia, ser discriminada y no formar parte del colectivo social, es considerarla como “mala” “sospechosa” o de “dudosa reputación” al romper con el esquema -y no me refiero a que sea irresponsable de sus acciones o que lleve una vida destructiva -sino a “ser diferente y desobediente” que se cuida sola y es independiente, que se aprecia y acepta como es con honestidad, contrario a una mujer tradicional.
Algunas de las pocas mexicanas feministas, mencionan en sus discursos la “sororidad entre nosotras” la solidaridad para con nosotras y se promueve un cambio en las formas de relacionarnos entre mujeres, por esas historias que llevamos como humanas por la subordinación y opresión con violencias, que nos antecede históricamente en la sociedad.
“…..La conciencia, el conocimiento de las mujeres está cimentada en el engaño, cada una cree que vive para realizar deseos espontáneos y que sus haceres y quehaceres son naturales, estas creencias permiten que las mujeres desplieguen incontables energías vitales en actividades inacabables, desvalorizadas económica y políticamente (2005: 15-18)….” Marcela Lagarde.
Sin embargo ha sido un camino difícil, complicado, dañado y con pocos resultados reales en mejorar esas relaciones sociales donde la solidaridad sea más real en hechos ya que muchas mujeres se conforman, se callan y les es más fácil adaptarse a una realidad destructiva para sí mismas.
“……Existe pues, una prohibición, para comprender nuestra vida y el mundo, nuestro “razonamiento” debe refugiarse en atributos femeninos como la ignorancia, la ingenuidad, el rechazo al pensamiento analítico y la disposición a la creencia mágica…”Marcela Lagarde
¿Te consideras una mujer misógina? o ¿una mujer transgresora racional que analiza su realidad y busca mejorarla?
A ti hombre ¿promueves la misoginia entre mujeres en tus relaciones de pareja o familiares?