Por Frida Cartas
“Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”.¿Cuántas veces ha leído o escuchado esta súper consigna feminista? Ahora bien, ¿educación sexual o anticonceptivos PARA NO ABORTAR? Es pregunta, eh. Porque ese NO a mi me hace tanto, tanto ruido, ¡es de una violencia auditiva y visual!
Y es que esta consigna puede parecer muy progresista o desafiante cuando nos la hallamos por primera vez, pero mmmm, es una afirmación delicada, de doble filo, porque en primera instancia sabrá qué asume por “educación sexual” (que dicho sea de paso no tenemos ni en casa ni en las escuelas, y de pronto cuando nos la hallamos por la web, los foros públicos u otros espacios, esta cacareada educación sexual se reduce a genitales, a sexo, o a mencionar un condón o hablar catastróficamente del VIH, cuando la sexualidad es mucho más y concierne al cuerpo entero, la mente, el género, la salud psicoemocional, las relaciones humanas y el sistema social que lo rige todo), y en segundo lugar, repito, es una afirmación delicada pues considera que una vez teniendo educación sexual y conociendo entre otras cosas sus derechos sexuales y reproductivos, las mujeres podrán prevenir embarazos no deseados, y entonces NO habrá necesidad de abortos. Y, oh, oh…
Cierto es que la educación sexual cuanto más integral sea en sexualidad, da información y herramientas que ayudan a conocer nuestro cuerpo, a saber más sobre relaciones interpersonales, ayuda a tener herramientas para decidir cuándo, cómo, con quién, y si sí o si no, tener relaciones sexuales con plena conciencia de todo lo que ello implica, y en general esa educación ayuda a conocer más sobre nuestros derechos sexuales y reproductivos para ejercerlos libremente. La educación sexual ayuda a empoderarse sin duda.
Pero hay muchas más razones reales y cotidianas por las cuales las mujeres llegan a tener un embarazo que no es o se convierte en no deseado, y por lo tanto esas razones se convierten en una decisión de aborto. ¿Por qué frenárselas sólo porque “ya le habíamos educado sexualmente” o ya “conocía cómo evitar el embarazo”?
Y aquí en esta parte de los anticonceptivos, es donde siempre encuentro vital que al mencionarlos hagamos hincapié en que ningún método es cien por ciento efectivo, y que entonces usarlos no impedirá un embarazo, detallarles que sólo aumenta las posibilidades de no tenerlo, o que disminuye el riesgo de salir embarazada, según se vea.
Además existe información comprobada de diferentes organizaciones y asociaciones civiles que demuestran accidentes como que se les rompió el condón, se tomaron muy tarde la pastilla de emergencia o les falló el DIU; que hay maridos o parejas con los que no se puede negociar el uso de un condón, o mujeres que incluso fueron amenazadas por él o sus familias si no salían embarazadas, mujeres que en palabras más o en palabras menos viven violencias. Así en plural: violencias. Sólo por mencionarles algunas de las causas que conllevan embarazos no deseados a pesar y por encima de anticonceptivos, educación sexual, y empoderamiento. Siempre hay todo un sistema afuera que oprime vía distintos mecanismos e instrumentos por más autonomía que luchemos por tener. Siempre existen los contextos que no coinciden y ni siquiera se ajustan a la política pública o al trabajo que idealicemos desde el hacer feminista y político.
Si a esto le agregamos que en México el personal de salud sigue discriminando a las mujeres por diversas razones y no les ofrecen todos los métodos anticonceptivos disponibles, porque son jóvenes, porque no han tenido antes criaturas, porque lo que sea, porque no quieren que las mujeres decidan por sí mismas, ellos quieren decidir por ellas. La violencia médica en una simple consulta de información o rutinaria de salud, es permanente y muy sesgada, misógina y opresivamente violenta. No olvidemos.
Lo que hay que hacer, pienso convencidamente y por eso redacto para compartirlo y generar colectividad, es dejar de cuestionar por qué las mujeres abortan. Cada una tiene sus razones, sus motivos; cada una vive situaciones distintas, y cada una sabrá qué hacer. No podemos asumir que hacerle saber sobre un método anticonceptivo frenará embarazos no deseados y en consecuencia abortos. Las mujeres viven y enfrentan distintas circunstancias a las cuales muchas veces son ajenas. Eso es lo primero que hay que entender.
A nadie nos incumbe. Esa frase horrenda y lastimosa de: “Pues eso hubieran pensado antes de embarazarse”, es de lo más violenta y agresiva que se puede decir sin pensar siquiera un poquito antes de abrir la boca. Nadie tiene autoridad para juzgar, condenar, o para criticar las razones y los motivos de otras personas. No violemos los derechos de las demás personas, porque no nos gustaría que nadie violara los nuestros. ¿Tan difícil es entender algo muy básico?
Es urgente aprender a respetar, y entender que el aborto es un tema que ocurre, ha ocurrido y seguirá ocurriendo en el mundo, con o sin ley. Es un problema de salud integral de la mujer al que hay que responder, más que cuestionar o condenar, porque se trata de un asunto de justicia social, de derechos humanos, no de andar hurgando en la vida de las mujeres. Los únicos valores y moral que deben interferir en la decisión de un aborto son únicamente los de la mujer que lo está decidiendo. Los de nadie más. Ni siquiera los de postulados de empoderamiento. Que cabe señalar muchas compañeras feministas también desacreditan la decisión de las que abortan cuando salen con sus discursos: No estamos a favor del aborto, estamos a favor del derecho a decidir. Así muy protocolarias. Como si fuéramos totalmente libres, y más las mujeres. ¿O qué tal cuando sueltan el: Las mujeres no eligen abortar, quién querría si es muy doloroso, lo hacen porque no tienen otra salida? Eso ya no es protocolariedad es minimizar la autonomía de las demás, considerarlas adultocéntricamente “como que no saben”.
Y finalmente respecto al aborto legal como única vía segura y posible para las mujeres, no me quiero extender, pero sí diré que lo que necesitan las mujeres en situación, decisión y uso derechohumanista del aborto, son opciones, muchas opciones. Satanizarles el aborto en casa con miso, que además también puede ser muy seguro, es reducir sus opciones, y eso no es muy feminista. Vender la idea del aborto en el hospital versus casa como dicotomía vida allá-muerte aquí, es tramposo. Y quienes trabajan esta idea de hospital y permiso del Estado, parecen empecinadas en anular la autogestión en casa.
Educación total e integral en sexualidad sí, anticonceptivos sin violencia médica ni sesgos, también, pero no para NO abortar, sino para conscientizar e incrementar el derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo. Que aborte la que lo necesite, cuando quiera, en las medidas y opciones que tenga. Eso.