Café para dos
Por: La hoja del parque.
A mis mediados veintitantos quise regalarme unas tardes de amor alborotado con algún semi adolescente, semi casto. Recurrí entonces a mi incógnita intuición, no había sido el agua tan fría de aquel día de otoño que mostraba los cuerpos al real, ni aquellos días de regreso a casa ostentados de su olor, los que habían aflorado la idea contemplada. Simplemente era buscar una novedad altamente disponible.
Nunca sucumbí a las tentaciones obscenas de mi piel, por base a la pureza disfrazada de mis principios porque también la moral es asunto del tiempo, me quejo y me quejo clara y continuamente de cosas en las que la gravedad se ve inmiscuida de por medio, por ejemplo la caída extemporánea de mi busto, pero en sí, aquello era una regalía de años menor que yo.
Entonces pensé en la más de media docena de opciones deleitables….mmm no tengo tanto qué pensar, soy anacrónica y muy real al hablar, alguien dijo por allí que realmente era muy impasible e irreverente de las pocas que quedan en el mundo. La idea era buscar algo adecuado porque mi inspiración no me avisa y me llamaba el compromiso de escribirle a su piel.
La crónica que debía escribir era de un romance crudo sin meritos ni brillo, a decir verdad nunca pensé en mi edad como goteras en el techo que le indica a uno lo poco o mucho de vida que le va quedando. Nunca sabré por qué, ni lo pretendo, tal vez el conjuro de esta vocación indefinida, me llevó a decirle que ocupara el espacio de mi cama llevando meses en santa paz dedicada a la re-lectura errática de mis poemas obscenos, pero el deseo de aquel día fue tan apremiante que me pareció un regalo de dios.
Hasta hoy llevaba una lista, un registro y un breve recordatorio de las circunstancias y del estilo de los encuentros que ocupan mis hojas en blanco, tengo ética propia, nunca había participado en chismes ni meritos públicos , ni compartí secretos del cuerpo, desde joven me di cuenta que ninguna valía la pena.
Esta sin duda era una relación extraña, muy joven, fuerte y montaraz, de palabras breves y terminantes. Hasta que lo invité a quitarse las ropas y lo embestí, en sí era presa de una fiebre irresistible, lo que paso después ya no era vida, un temblor profundo estremecía su cuerpo pero siempre se mantenía firme, entonces quise disminuir mi intensidad de amarle debido a mis culpas. Alguna vez pensé que aquellas vagas pasiones serian un buen sustento para una relación de las miserias de mi vida extraviada. Y el titulo me cayó del cielo “Bello suicidio de amor”, el cual le pondría al bonche de poemas sucios y pervertidos de mi turbia existencia.
Todo siguió….a medida que discurrían los días, el corazón se me llenaba de espuma ácida que me estorbaba para respirar, hice un último esfuerzo estéril para verle, casi siempre nos descubríamos en un lugar de pobres sin lujos ni nada, sólo lo necesario para arder y difuminar cenizas, después sentíamos una urgencia imprevista del vientre que nos hacía temer por nuestro destino.
No había música, me fascinan los boleros, El bolero es la vida misma esparcida sobre los cuerpos, yo lo contemplaba; Era moreno y tibio sometido a un régimen de higiene que no descuidaba, su cuerpo recién conocido, recién explorado, estaba ensopado en sudor fosforescente a pesar del ventilador, sin dejar disimular su nariz altiva, cejas encontradas, labios intensos. Lo revisaba pal-mo a pal-mo deslizando la yema de mi índice por su espalda mojada y todo él se estremecía por dentro como acorde musical mientras trataba de separar mis piernas por ese temblor que se oponía con toda intensidad para darle un sentido a nuestro encuentro loco de amor.
En sí, varias ocasiones habían pasado ya desde el primer encuentro, ocasiones que mejoraban y afloraban la madurez oculta de mi joven amor en turno, cada día el sentimiento era más fuerte probando su fresco amor, haciendo arte moldeando mi cuerpo con sus manos y con aquello que solo él podía mover tan eréctilmente.
Me sorprendía al verlo desnudo y en todo su esplendor sobre aquellas sabanas blancas llenas de pecado e infidelidad de amores anteriores, aquella vez mi pretensión sobrepasaba mis cabales de momento, así que estiré mis manos para alcanzar el móvil que estaba en el buró para comenzar aquella fuerte osadía con Arjona que tocaba en ese momento “Despacio y comienzo en tu ropa, despacio y sin quitarte la ropa, mi cama no merece tu cuerpo virgen como el amazonas pero ideal para un lobo cazador” tututut….”Mi primera vez”, simplemente Arjona sabe lo que hace.
Y con extremas letras Arjonienses quitó uno a uno los botones de mi blusa, deslizando con su boca cada extremo de mi piel hasta besarnos las sombras a obscuras para deleitarnos mejor, sintiendo solo los espasmos de sus extremos y sus quejidos en mi piel. Al final….había descubierto el placer inverosímil del contemplar el cuerpo joven sin apremios del deseo o los estorbos de mi alto pudor añejo.